El ejercicio de Nadadora es sobremanera acogedor, las batallas épicas internas se mezclan con los sueños y temores atávicos, propios de una conciencia humana negacionista, aquella que no quiere aceptar una realidad que duele, pero que a la vez es necesaria para decidirse por algún camino.
La tristeza y melancolía desgarradoras, son llevadas como una carga que martillea el subconciente, que impulsa ese miedo del cual todos intentamos escapar, pero que tarde o temprano nos va a alcanzar, y nos va a herir, porque la vida nos prepara para afrontar obstáculos, para resolverlos, pero nunca a no sufrirlos.
Y es que la poesía de Nadadora siempre nos lleva por los mismos derroteros, esos que nos hacen reflexionar inconcientemente mientras recitamos aquellos versos, porque entre susurros y guitarras noise, el mensaje subliminal se queda impregnado, y nos convence de que todo aquello que nos hace mal, paradójicamente nos hace bien, y de alguna forma debemos asimilar cual enseñanza ancestral del medio oriente, porque la alegría no existiría sin la tristeza, porque todo en esta vida tiene dos caras, porque al final del día siempre llega la noche, y al final de la noche siempre asoma un rayo de sol, en un juego cíclico de Luz, Oscuridad, Luz.
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